Despido en el Canal; Drama en la Corte, por Gustavo Gorriti.
(Gentileza: Revista Caretas)
Por donde se mire nos rodean los signos de transición y cambio. La grisura del invierno no deprime las esperanzas cortesanas, las ansiedades mal aguantadas, el zumbar de la segundilla y, detrás de eso, las maniobras de fondo para hacer de la derrota un empate y de éste un beneficio. A continuación, dos casos y comentarios.
Conocí a Rosa María Palacios recién el año dos mil o el 2001, cuando regresé definitivamente al Perú. Antes, ella no era periodista sino una abogada que, en cierto momento, había trabajado con algún personaje del gobierno de Fujimori. ¿Había razones como para mirarla con prevención? Bastaba conversar tres minutos con ella para darse cuenta que no existía ninguna.
Compartimos tareas gremiales en la directiva de IPYS y tuve desde el comienzo la impresión que Rosa María era una persona honesta, clara, intelectualmente hacendosa. Debe haber sido la chanconcita de la clase en el colegio de monjas y luego al estudiar Derecho (en La Católica, no lo duden, no me la imagino en San Marcos), porque nunca la vi empezar algo sin haber hecho antes su tarea.
Como periodista, mi impresión es que fue de menos a más, en un crecimiento profesional serio y continuo. Eso, en un país donde suele suceder lo opuesto, representó un proceso notable que al final la mantuvo de lunes a viernes como la única alternativa en la noche a la grisura, la desinformación y el encanallamiento de la televisión de señal abierta.
Siendo conservadora (aunque me parece que ahora se llaman liberales) tuvo honestidad y coraje intelectual que la llevaron, por coherencia periodística, a irritar y escaldar a algún ego colosal, a varios corruptos próximos y a más de un fruncido torquemada.
¿Por qué la gente de El Comercio la sacó ahora, arriesgando un mayor descrédito y ridículo del ya incurrido durante la campaña? Como dijo Gustavo Mohme Seminario, cabeza del minoritario Grupo La República, la no renovación (despido en los hechos) del contrato de Palacios fue “en la práctica una censura” a un programa que no solo tuvo credibilidad sino también rentabilidad.
DE hecho, según se me informó, esta fue una de las pocas circunstancias en las que el directorio de América TV tuvo que poner al voto la decisión. Por la permanencia de Prensa Libre, el programa de Palacios, votaron los representantes de La República: María Eugenia Mohme, José Samanez y Gonzalo de las Casas. Los representantes de El Comercio: Luis Miró Quesada, José Antonio Miró Quesada, José Antonio García Miró, Pablo Llona, Martha Meier y César Pardo votaron todos por la cancelación del programa.
Formalmente, está dentro de las prerrogativas de la empresa despedir o contratar a quien le parezca. En la práctica, el Grupo El Comercio no debe haber ignorado el costo que significa, para un prestigio mellado, cerrar ese programa.
¿Cuál puede haber sido la razón que impusiera esta inoportunidad? Sin tener por ahora suficientes elementos de análisis, paso a especular. ¿Por qué sacar a Rosa María en medio de la transición? ¿La fecha de renovación del contrato? Lo dudo. Además, el contrato se vencía el 30 de junio y le cerraron el programa el 28. Significativamente, además, en el mismo comunicado en el que América TV informó sobre la cancelación del programa, anunciaron sin que viniera muy a cuento el pronto inicio de la transmisión de “La Perricholi”. Es que en estos casos hay que buscar los actos fallidos, y todo huele aquí a una perricholada, con la pécora de Amat.
¿Por qué sacar el comentario político de las once una vez que terminemos de limpiar la pantalla de la sangre, vísceras, mocos, lamentos y alaridos que deja el noticiero de las diez? ¿Por qué reemplazarlo por ‘entretenimiento’?
Me parece que una respuesta probable es la siguiente: se trata de anestesiar la crítica y adormecer el debate en el vital mes que queda de transición.
¿Y por qué hacerlo? Si se discute, por ejemplo, el indulto… o los indultos, la única manera de hacerlo es anestesiando el debate, con sacarina, telenovela y mucha hipocresía. La retórica ampulosa y falsa, que sería desinflada como globo de feria en un debate consistente, quizá se trague (imagino que ese es el razonamiento) si todo el coro de fariseos se aplica a lograrlo.
¿Pasaría la discusión en señal abierta al noticiero matutino de canal 5? Es cierto que Beto Ortiz logró algunas de las entrevistas más reveladoras durante la campaña, pero él sabe, me imagino, que su posición es más bien precaria, si algo le dice el recuerdo de su intento, hace no tanto tiempo, de confrontación con Bayly, que éste respondió atacando a Schütz junior y asustándolo lo suficiente como para provocar el fulminante despido de Ortiz.
Borrar de la televisión de señal abierta todo programa incisivo, crítico, documentado e intelectualmente honesto es, al final, repetir el esquema de Montesinos para el control de la opinión pública, a partir de la premisa de que la televisión (y quizá alguna radio igualmente controlable) moldea lo que la gente piensa y siente. Yo pienso que esa es una premisa falaz, como se demostró el año dos mil y se ha vuelto a demostrar, aún mejor, en la segunda vuelta del 2011, pero es obvio que hay gente que cree en ella. Lo único que eso va a lograr es un desarrollo más rápido de los nuevos medios (sobre todo en internet), cuyo peso es ya considerable.
A Rosa María le digo ahora que una de las extrañas características del oficio de periodista es, sobre todo en países como el nuestro, que cuanto mejor haces tu trabajo, más rápido te despiden. Cuando logras la excelencia, has llegado a la inempleabilidad. Al cancelarte, te han condecorado. Así que, Rosa María, dado que el despido reconoce tu fuerza e importancia, solo corresponde felicitarte.
********
OTRO acto transicional es el juicio oral en el caso de Business Track. En la sala presidida por Iván Sequeiros se juntan todos los elementos del suspenso judicial. La justicia requiere pruebas, éstas precisan información e inteligencia, que es precisamente la profesión de los procesados.
El drama en la Corte desarrolla textos, subtextos, alegorías e insinuaciones. Mientras que en Palacio de Gobierno, Alan García declara conocer apenas a Ponce Feijoo, este contesta en Palacio de Justicia relatando con detalle las maniobras que le encargó García en la elección pasada contra la persona que lo sucederá en un mes.
El guión tiene una dialéctica frecuente y repetida en las Cortes, pero los personajes no son nada frecuentes: Es el ‘no lo conozco’ contra el ‘sí me conoces, y muy bien’; ‘nunca le encomendé nada’ contra ‘me encomendaste esto, aquello y lo de más allá, en tal sitio, donde estaba presente este, este otro, aquel y el de más allá’.
Así como hay gente de lágrima fácil, hay otros de fácil mentira y también hay aquellos a quienes les es muy difícil decir la verdad. Existe muy poca duda a estas alturas de que Alan García y la cúpula del Apra mantuvieron una relación cercana y frecuente con Ponce Feijoo y otros exmarinos vinculados con inteligencia y seguridad durante la campaña de 2006 y la primera parte del gobierno de García.
El porqué terminó esa relación con tanta conversación chuponeada con indicios de faenillas y faenones, es una historia larga y complicada en la que hay todavía muchas cosas por terminar de aclarar (como ¿quiénes pagaron por el chuponeo? por ejemplo). Pero lo que ha salido hasta este momento documenta, a veces en 3D, un modo, un estilo y hasta una forma de prestidigitación política: la que muestra cómo la plata llega sola.