Axl mostró por qué es uno de los frontman más emblemáticos de rock e hizo y deshizo sobre su escenario en la madrugada de anoche
Por Hans Huerto
El que dijo, escribió o pensó que W. Axl Rose, a sus 48 años, no cantaba, corría ni soplaba, debe estar lamiéndose las heridas esta mañana. Una aplanadora del hard rock es la que comandó Rose anoche en Lima, tras una esperada –aunque corta, en comparación con las de otros países en la gira- tardanza que hoy tiene a miles en oficinas bostezando del cansancio, aunque con los alaridos de Axl como fondo musical de sus sueños.
Tras una gran presentación de Sebastian Bach, ex líder de Skid Row, en que se interpretó canciones de su clásica banda sazonadas con sus temas de solista, los limeños esperaron un par de horas para que Axl se adueñara del escenario (vea aquí imágenes exclusivas del show).
Cerca a las 12:30 a.m., los impresionantes pirotécnicos dieron el play de honor para “Chinese Democracy”, la primera de la lista, misma que tuvo un accidentado arranque. Casi como una anticipada relación íntima que en sus primeros minutos es interrumpida por una pregunta, digamos, “profiláctica”.
LA BOTELLA INCIDENT
El público, justificadamente, ya andaba medio cabreado con la espera, y alguno de los que asistentes lanzó una botella con agua al volátil Rose, que de inmediato detuvo a sus músicos y pidió un intérprete para decir: “Si quieren tirar ‘huevadas’, nos iremos. Queremos divertirnos con ustedes esta noche, ¿quieren ustedes pasarla bien? Ok, empecemos esto de nuevo”.
Tras ello, la máquina fue creciendo y creciendo en combustión, hasta reventar. La gente esperaba las clásicas de GN’R, y en ello salieron complacidos. La segunda fue “Welcome to the jungle”, con el coro del público que casi opacaba a Axl. Ya demostraba el hijo rebelde de Indiana que a su voz la juerga, el desorden, la locura y los años no le habían pasado gran factura a su voz. Claro, nadie en su sano juicio esperaría al “Axl de los noventas”, pasaron 20 años. Pero el fuego de su garganta sigue ahí, para quien quiera retarlo. Un reto ciertamente difícil, como el que libraron anoche los botones de varias de sus camisas, que sufrieron durante sus carreras sobre el escenario por los kilos de más que ya ostenta un Rose casi cincuentón. Ok, no todo el mundo puede ser Iggy Pop, ¿o sí?
La callejonera “It’s so easy” –también del Appetite for destruction- siguió y en adelante todos estuvimos prendidos de los rutilantes chillidos de Rose, acompañado de una banda que no dejó extrañar mucho a la formación original. “Mr. Brownstone”, la achorada y casi rapeada pista del primer disco, nos hacía recordar las adicciones de Rose y compañía en los ochentas, y también su desprecio sistemático por la puntualidad (“Now I get up around whenever…”). Además de “Better”, “If the world”, “Sorry”, “Sheckler’s revenge”, “Street of dreams”, los temas esperados como “Sweet child o’mine” o “You could be mine” hicieron saltar a los más de 30 mil asistentes. Memorable, la performance en “Rocket queen”, con la que Axl hizo gala de que las notas altas no le quedan lejos.
“Live and let die”, el cover de Paul McCartney y los Wings, al igual que la ovacionada “Knockin’ on heaven’s door” mantuvieron el fuego alto del show, y sirvieron para mostrar el amplio vestuario de Axl en escena.
También se oyeron “Nightrain”, a pocos minutos de una memorable versión de “November rain”, con Axl al piano haciendo recordar el histórico concierto en el Tokyo dome. Cantando a toda entraña, Rose sacó del cajón a la madre de las power ballads del hard rock angelino; aunque esta vez sí que se extrañó ver la desgarbada silueta de Slash, a la hora del punteo, pero sus suplentes Richard Fortus, Ron “Bumblefoot” Thal y DJ Ashba dieron con la nota.
Tras un breve intermedio, un par más del “Chinese…”: para “Madagscar”, Rose cogió una bandera peruana del público y se la puso en los hombros, reventando la locura de los asistentes, que ya sabían hace rato que la espera no había sido nada y que la gloria era, más bien, para siempre. Esto fue la antesala para la romántica “Patience”. Ya iban más de dos horas de show y Axl seguía corriendo y berreando maravillosamente, con sombrero, con bandana, con camisa sin mangas, o de franela a cuadros, con camiseta negra, con saco…
“Bumblefoot”, luego, terminó de meterse a los peruanos al bolsillo con un solo de guitarra del himno nacional, mismo que fue coreado por todos en la explanada. Ello dio pie a la apoteósica “Paradise city”, que nos recordaba que “la ciudad paraíso” es un lugar en la mente, una urbe maldita en que nos arrastramos, sobrevivimos, gozamos y cantamos con Axl Rose. Con pogo incluido, este himno del hard rock cerró una maravillosa velada.
El colofón vino cuando todos ya salían y Axl retornó a escena para brindar con pisco, cantarle “happy birthday” a su baterista y mostrar otra bandera peruana, esta vez con la frase en inglés “Guns N’ Roses – Valió la espera”. Y así fue.
Diario El Comercio