Dramaturgo, actor y conductor de televisión
Maritza Espinoza
¿Sacar este libro te ha metido el bichito de volver al teatro?
De hecho. Lo que pasa es que, cuando escribía, lo hacía porque tenía muchísimas ganas de decir algo, y el hecho de estar en televisión y vivir un poco el día hace que pierdas esas ganas...
¿Qué te ha quitado la televisión?
La rabia que tenía adentro.
¿Te ha reconciliado con el sistema?
No sé si la palabra es "reconciliar". De hecho, la televisión provoca que te vuelvas más flojo, que estés más cómodo, y la comodidad no es una buena ubicación para alguien que hace teatro.
¡¿Cómo puede ser más flojo alguien que se levanta de tarde?! (Risas).
Sobre mí hay una serie de mitos, pero yo dormía lo mismo que duerme cualquiera, solo que a otras horas, y ahora ya duermo como todos, de noche. Pero siempre hacía un montón de cosas, era impetuoso, tenía ganas de publicar, de producir, de dirigir...
O sea, la tele te ha quitado energía...
¡Sí! Porque te acostumbras, pues, a que todo es muy sencillo y solo tienes que preocuparte de estar lúcido y divertido en la noche para hacer un programa con el que la gente lo pase bien. La televisión te sensualiza, te cambia un poco en el sentido de tus prioridades.
Dices que has perdido la rabia y en tus obras hay mucha rabia, marginalidad, bajo mundo. ¿Eso ha cambiado?
Sí. Quizá a los 20 años uno se quiere comer el mundo, uno apunta al éxito, a los premios, y yo gané muchos premios. Con Misterio fue una cosa de locos. Pero en este momento de mi vida, el éxito es estar el domingo con mis hijos y sentir que he mejorado como padre y que mi relación con Erika está más sólida.
Tú has sido un hijo complicado, ¿no? Pasaste por cuatro carreras, fuiste barrista bravo… ¡Pobres tus padres!
No he sido un hijo fácil ni simple. Me demoré muchísimo en encontrar lo que quería ser y, cuando lo encontré, en el teatro, nadie estaba de acuerdo. Pero sin el teatro no estaría trabajando en lo que trabajo en este momento.
¿Qué hubieras estado haciendo?
No sé. Creo que ya mi grado de infelicidad hubiera sido inmanejable.
¿Qué? ¿El suicidio?
¡No, no creo que eso! Nunca lo he pensado, ni remotamente. Sino esta cuestión de no querer nada, ¿no? De refugiarte en la juerga eterna. ¡No sé! El teatro te moviliza. Por lo menos, en el teatro te dan ganas de vivir.
¿Eso de no tener ganas de vivir cambió por el teatro o por Erika? (Risas).
El teatro, en primera instancia, pero Erika ha sido un soporte fundamental. Tuve la suerte de que la popularidad que se dio con Misterio y, luego, con la tele en vivo me agarró ya mayor. No sé qué hubiera pasado si hubiera sido a los 18, como les pasa a otros. Pero ese cable a tierra ha sido, sin duda, Erika. Ella ha sabido decirme las cosas y soportarme con mis carencias y debilidades.
¿Y ponerte condiciones?
Al revés: eso fue lo que hizo poco. Yo creo que nosotros encontramos un nuevo momento de vida… La cuestión es muy sencilla y lo decíamos: nosotros nos queremos, pero no podemos vivir juntos. El problema era yo.
¿Qué traumas cargabas?
¡Nooo...! No era ningún trauma.
¿No poder expresar afecto no obedece a carencias que uno trae?
Pero no es eso. De hecho, como a cualquiera, la muerte del padre, perder cosas de chico, hizo que yo mantenga una distancia con el dolor. Trataba de no demostrar demasiado a pesar de sentirlo, y me era más fácil abrazar a un desconocido que a alguien que estaba muy cerca de mí. Y eso es un error.
Lo curioso es que en la dupla con Beto (Ortiz), el afectuoso eras tú.
No sé. Beto y yo tenemos una relación muy extraña, ah, muy intensa por momentos. Pero él fue muy cariñoso conmigo, muy afectuoso.
Siempre parecía que tú le enseñabas a ser afectuoso.
Yo intentaba que él solucione algunos temas. Por eso, cuando lo veía en su último proyecto, Abre los ojos, no podía evitar sentir un pequeño orgullo ajeno. Decía: ¡pucha! Yo fui a buscarlo cuando todos decían que no podía estar en televisión y, está acá, es el periodista más importante del país, ¡y qué bueno!
Esa química que hubo con Beto ha sido irreproducible ¿no?
No sé. Lo que pasa es que con Beto era otro programa, con Mónica (Cabrejos) otro, y con Sandra (Vergara) otro. Ahora, te soy sincero, nunca he estado trabajando más que para este programa. En las otras, me las llevaba bien fácil, ah.
¿Y no te estás saturando?
Al fin del año pasado, yo me junté con mi grupo y les dije: si seguimos haciendo el programa de este año, yo no sigo. Me pasó lo mismo que a Carlos Carlín, solo que él decidió dejarlo y yo decidí continuar. Yo no me veía ya con cinco policiales al día.
¿Qué haces si cortan el programa?
¡Descansaaar...! Pero tengo una buena relación con el canal. No me he ido con tres ofertas buenas.
¿Para hacer algo parecido?
Dos veces para eso. La primera fue con Beto, incluso para que los dos volvamos al Canal 2. Pero yo decidí que no y no me arrepiento. Decidí que no, porque me gusta pelear. Yo, desde que entré al canal, he visto irse a 28 conductores y nosotros seguimos ahí.
LA FICHA
Nací en Lima hace 37 años. Tengo 4 hijos y estoy casado con la actriz Erika Villalobos. De joven, fui de la barra de 'U'. Intenté varias carreras hasta que descubrí el teatro y, allí, la dramaturgia. He escrito varias obras y una de ellas, Misterio, llegó a la televisión, y mi personaje de Caradura me llevó a la fama. Hoy, soy conductor de Enemigos públicos, en el prime time nocturno. Mañana domingo, en la FIL, presentaré mi segundo libro, El club de la muerte, que reúne tres de mis obras de teatro.
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