Ausencias en la televisión peruana
En su columna de opinión, el día de hoy
Maritza Espinoza hace un análisis de los programas que aparecen en la televisión local. Sobre todo, se refiere a las ausencias de
Jaime Bayly, Beto Ortiz y César Hildebrant.
Si bien es verdad que las televisoras –que ahora facturan muchísimo más en publicidad que hace una década– se están esforzando por mejorar la parrilla e invertir en producciones más atractivas, todavía hay, enquistada, una generación de productores, digamos “históricos”, que sigue apelando a fórmulas de hace veinte años, tara que nuestra tele carga desde hace mucho y que es, a mi modesto entender, la causa de que casi todos los nuevos programas fracasen uno tras otro.
Pero lo más pesimista de nuestro futuro televisivo no viene del lado del entretenimiento. Lo más frustrante es que este año, como en ningún otro, se sentirá la chatura de la televisión política en un año electoral sin auténticos líderes de opinión.
Tres tristes ausencias Por Maritza Espinoza
mespinoza@larepublica.com.pe
Ya que, por estas fechas, los balances y predicciones han estado a la orden del día, me gustaría hacer de pitonisa y vislumbrar lo que los televidentes peruanos podemos esperar de la pantalla local en los meses que se avecinan. Si bien es verdad que las televisoras –que ahora facturan muchísimo más en publicidad que hace una década– se están esforzando por mejorar la parrilla e invertir en producciones más atractivas, todavía hay, enquistada, una generación de productores, digamos “históricos”, que sigue apelando a fórmulas de hace veinte años, tara que nuestra tele carga desde hace mucho y que es, a mi modesto entender, la causa de que casi todos los nuevos programas fracasen uno tras otro. Porque, y eso lo sabe cualquier productor de medio pelo en Buenos Aires o Santiago, la esencia de la televisión es sorprender y para sorprender hay que buscar fórmulas novedosas, aunque en el camino se fracase algunas veces o se invierta un poco de presupuesto extra.
Pero lo más pesimista de nuestro futuro televisivo no viene del lado del entretenimiento. Lo más frustrante es que este año, como en ningún otro, se sentirá la chatura de la televisión política en un año electoral sin auténticos líderes de opinión.
Si fuera supersticiosa, pensaría que algún maleficio nos dejó sin las únicas tres personalidades que hubieran marcado la diferencia: César Hildebrant (expectorado hace un tiempo de todos los canales por chocar con los intereses de los dueños); Jaime Bayly (expectorado hace poco de un canal por chocar con los intereses del dueño) y Beto Ortiz (expectorado hace poco de dos canales por... ¡caramba, qué coincidencia!)
Es verdad que estos tres caballeros nunca fueron aspirantes a Miss Simpatía y que a menudo se dejaron llevar por sus broncas personales, empecinándose en posturas, digamos, poco telegénicas. Sin embargo, nada de eso justifica su ausencia de la pantalla en un contexto en el que, como nunca, necesitaremos voces propias, lúcidas y discrepantes, más que simples notarios del acontecer político.
¿Volverán? Quién sabe. Pero su retorno significaría que, por primera vez, nuestros empresarios televisivos habrán entendido que el interés del público, aunque a veces colisione con el suyo, está antes que nada. Es decir, cuando asuman plenamente que el negocio de la televisión también es el negocio de la democracia.
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